En la segunda mitad del siglo XIX, el tamaño de una fotografía lo determinaba el tamaño de la placa fotosensible que admitía la cámara, y por razones de óptica, a una placa grande necesariamente le correspondía una cámara grande, la cual era completamente funcional para el trabajo en estudio, pero inadecuada cuando el fotógrafo quería salir a la calle.
Cuando por razones económicas o creativas el fotógrafo necesitaba trabajar fuera de su estudio, utilizaba una línea de cámaras con características técnicas similares a las de estudio, pero lo suficientemente ligeras, pequeñas y plegables para permitirle realizar eficientemente su trabajo.
Fabricadas en madera y bronce, y con formatos de placa de 13 × 18 cm o 20 × 25 cm, estas cámaras fueron las que utilizaron fotógrafos antioqueños como Melitón Rodríguez (el archivo de la Biblioteca Pública Piloto conserva algunas de sus cámaras). Con ellas, los profesionales de la época pudieron salir a fotografiar tanto las calles de Medellín y los pueblos del departamento, como grupos de personas en sus residencias o fincas. Así, nos legaron memorables imágenes que nos muestran la Antioquia de finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX.
Estas cámaras también fueron ampliamente utilizadas en los estudios fotográficos para hacer retrato pues se aprovechaba el gran tamaño del negativo que permitía realizar con un lápiz retoque para suavizar problemas en la piel y de iluminación y de esta manera entregar a los clientes copias fotográficas por contacto de alta calidad.